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Orgánico vs. Agroecológico

Publicado el 30/09/2020

En este año peculiar, entre las horas de videollamadas y las experimentaciones con masa madre, estalló la compra y venta de bolsones de frutas y verduras. Es muy probable que te hayas cruzado con los adjetivos “orgánico” y “agroecológico”, y quizás te hayas preguntado si eran dos nombres para lo mismo. Es el mismo año en cuyo invierno los medios de comunicación se llenaron de menciones a la “soberanía alimentaria”, así que quizás sea un buen momento para dar algunas definiciones.

Primero, lo primero. Cuando hablamos de “soberanía alimentaria”, hablamos sobre el derecho de los pueblos a definir sus propias políticas y estrategias de producción, distribución y consumo de alimentos, para garantizar una alimentación sana y segura para toda la población, asegurando que quienes trabajan lo hagan de manera digna, respetando la cultura propia y el ambiente que se habita. La Declaración de Nyéléni, escrita en 2007 por organizaciones de agricultores de más de 80 países, la explica así:

La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo. Esto pone a aquellos que producen, distribuyen y consumen alimentos en el corazón de los sistemas y políticas alimentarias, por encima de las exigencias de los mercados y de las empresas. Defiende los intereses de, e incluye a, las futuras generaciones. Nos ofrece una estrategia para resistir y desmantelar el comercio libre y corporativo y el régimen alimentario actual, y para encauzar los sistemas alimentarios, agrícolas, pastoriles y de pesca para que pasen a estar gestionados por los productores y productoras locales. La soberanía alimentaria da prioridad a las economías locales y a los mercados locales y nacionales, y otorga el poder a los campesinos y a la agricultura familiar, la pesca artesanal y el pastoreo tradicional, y coloca la producción alimentaria, la distribución y el consumo sobre la base de la sostenibilidad medioambiental, social y económica. La soberanía alimentaria promueve el comercio transparente, que garantiza ingresos dignos para todos los pueblos, y los derechos de los consumidores para controlar su propia alimentación y nutrición. Garantiza que los derechos de acceso y gestión de nuestra tierra, de nuestros territorios, nuestras aguas, nuestras semillas, nuestro ganado y la biodiversidad estén en manos de aquellos que producimos los alimentos. La soberanía alimentaria supone nuevas relaciones sociales libres de opresión y desigualdades entre los hombres y mujeres, pueblos, grupos raciales, clases sociales y generaciones.


La soberanía alimentaria es uno de los derechos que reconoce el artículo 42 de nuestra Constitución: “Los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derecho, en la relación de consumo, a la protección de su salud, seguridad e intereses económicos; a una información adecuada y veraz; a la libertad de elección, y a condiciones de trato equitativo y digno”.


Para entender mejor y en mayor profundidad estos asuntos, siempre está bueno pasarse por acá: 


Ahora, entonces, nos toca entender qué sistema alimentario y productivo queremos elegir. Uno de los ejes más importantes para la protección de nuestra salud y de la salud de los ecosistemas de los que formamos parte es la restricción del uso de productos de síntesis química en la producción de nuestros alimentos. En relación con esto podemos distinguir dos conjuntos de prácticas: la producción orgánica y la producción agroecológica.


La producción orgánica está regulada por varias normativas*, entre ellas la Ley 25.127 (como dato de color, según el MAPO, Argentina es uno de los pocos países que cuenta con una ley nacional de producción orgánica). Consiste en una producción vegetal o animal en la que no se usan productos de síntesis química: fertilizantes, plaguicidas y manipulación genética. La persona que produce de esta manera puede, a través de una empresa certificadora, obtener una certificación que es reconocida internacionalmente y así posicionar su producto y venderlo a un precio más alto.

Cuando decimos que un producto es “orgánico” decimos que:

Pero también decimos, al mismo tiempo, que:

Lo orgánico viene acompañado SIEMPRE de una certificación. No es, en sí mismo, una contribución a la soberanía alimentaria: puede existir, por ejemplo, un monocultivo de soja orgánica para exportación. No implica tampoco, en sí mismo, una producción sustentable: podemos comprar kiwis orgánicos neozelandeses que hayan dado la vuelta al mundo quemando un montón de combustible fósil y emitiendo un montón de gases a la atmósfera. Su aporte está enfocado específicamente al tecnicismo de la producción, sin químicos. No se pregunta quién la produce y está destinada a un público capaz de pagar un precio mayor por el producto.



La producción agroecológica presenta una visión política compleja que abarca 3 ejes principales: el cuidado del ecosistema, la contribución a la economía local y el abastecimiento a la población local. Se trata de una mirada compleja del lote productivo donde se potencian las sinergias entre las diversas especies de plantas, se realizan fertilizantes artesanales y compost. Al igual que en la producción orgánica, no se utilizan insumos externos de síntesis química (ningún plaguicida ni fertilizante sintético) ni semillas provenientes de ingeniería genética. Su producción no está necesariamente certificada (en ocasiones, cuenta con certificaciones participativas), los puntos de venta consisten en ferias y espacios de economía social. Esto redunda en una reducción de la cantidad de intermediarios; muchas veces podemos conocer a quienes produjeron lo que estamos comprando en el mercado, ponernos a charlar e incluso aprender acerca de la historia de lo que va a terminar en nuestros platos. La producción es llevada a cabo, generalmente, por familias, cooperativas o pequeños productores. Como son productos de la región, se cosechan en fechas muy cercanas al momento de venderlas, por lo que presentan una mejor calidad nutritiva.

Cuando decimos que un producto es “agroecológico” decimos que:

Y también decimos, al mismo tiempo, que:

La agroecología, al igual que la producción orgánica, abarca un conjunto de prácticas que velan por el cuidado ambiental y por la salud humana, pero se destaca de ella por promover la justicia social, reforzar la cultura y la identidad de los entornos rurales, y fortalecer la economía local. Por todo esto, su mirada sí abona a la soberanía alimentaria. Por todo esto, es el enfoque que buscamos apoyar desde nuestro proyecto De la Huerta a la Olla.



Para seguir leyendo sobre este tema:

Saberes antiguos para la agricultura del futuro” - Entrevista a Miguel Altieri, profesor universitario de Agroecología y uno de los agroecólogos más influyentes a nivel mundial.

Guía para el manejo agroecológico de cultivos - Manual del Gobierno de la Provincia de Santa Fe.

La agricultura urbana como política pública: El caso de la ciudad de Rosario, Argentina” - Artículo científico de Antonio Lattuca, uno de los principales impulsores de la agroecología en Rosario y un referente internacional de la agroecología urbana, en la Revista Agroecología de la Universidad de Murcia.




*Además de la Ley 25.127, el Decreto 97/2001, el Decreto 206/2001, la Resolución SENASA Nº 374/16, la Resolución SAGyP N°1291/2012- y las notas aclaratorias N° 25970605/2017, N° 26466664/2017, N° 28408075/2017, N°14/2017, N°54/2017, N°62/2017, N°108/2016 reglamentan la producción orgánica y su sistema de control.

(En la fotos, una visita de De la Huerta a la Olla a Roberta y su familia, quien junto a otras cinco familias, producen de forma independiente verduras y otros alimentos en el Parque Huerta El Bosque)

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